Close My Eyes (Stephen Poliakoff, 1991)







Durante una etapa depresiva luego de un fracaso amoroso y una mediocre actividad laboral, Natalie (Saskia Reeves) tiene un arrebato incestuoso con su hermano Richard (Clive Owen), un estudiante de arquitectura con la vitalidad y el porvenir ausentes en su hermana. Luego de una separación de cinco años, Natalie entabla nuevo contacto con su hermano para informarle de su relación con Sinclair (Alan Rickman), un empresario de excelente pasar económico que en apariencia logró sacarla de ese período frustrante. Cuando Richard conozca a Sinclair, Natalie decide reiniciar la relación con su hermano desde el punto donde quedó cinco años atrás. 










Natalie se convierte en una velada femme fatale con aire de venganza mediante un adulterio que le resulta menos culposo al cometerlo con su hermano pero sobre todo sin riesgo de ser descubierto. Aunque más allá del incesto o del adulterio, Natalie siente la satisfacción de tener el control de su vida por primera vez. Control que el hermano pondrá en zozobra cuando se obsesione con ella.


 


 







Poliakoff, con habilidad, narra un triángulo amoroso casi como un film policial. No juzga la relación de los hermanos ni la manipulación de la hermana; ni tampoco carga las tintas en Sinclair (perfecto Alan Rickman) con su machismo escueto mezclado con desprecio de clase. La mirada todo el tiempo es contemplativa y con un par de travellings describe el desequilibrio de la relación entre los personajes. Travelling que en el final dejará en claro cómo seguirá la historia. Aunque sí juzga, comenta y casi subraya, en la subtrama acerca de la construcción de edificios en espacio público y sus fraudelentas intenciones, donde deja bastante en claro que la sociedad en donde Sinclair se mueve está lejos de la honestidad y la falsa indignación.


Tal vez la mejor película de Poliakoff, un director inglés tan irregular como poco prolífico.




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