Diamantes negros (Miguel Alcantud, 2013)

 

La película comienza con un registro en plan documental de los quinceañeros Amadou (Setigui Diallo) y Moussa (Hamidou Samaké) y sus anhelos futbolísticos en la cotidiana pobreza de Mali. El registro documental se rompe cuando aparece un español ofreciéndoles la posibilidad de triunfar en París como jugadores de fútbol tomando a España como plataforma de lanzamiento. Una vez que los dos jóvenes llegan a España serán tratados como una mercadería descartable dentro de un mercado saturado de promesas del fútbol.











A partir de la llegada de los personajes a Madrid, Alcantud parece plantear la historia como un partido de fútbol: hay idas y vueltas de un lado a otro de una cancha imaginaria, donde por momentos la victoria es un resultado seguro y al minuto un contraataque puede dar vuelta el partido para dejar a los personajes en desventaja con lesiones incluidas. Esta construcción es efectiva para describir los engranajes de la maquinaria del tráfico de adolescentes (la escena del vestuario con los carnet falsos, las actitudes cuasi mafiosas en el traslado de un país a otro de uno de los personajes) como para disimular algunos traspiés del guión (la injustificada reaparición de un personaje para rescatar a uno de los adolescentes o una innecesaria situación de racismo que subraya lo que la película sugería entre líneas), además de permitir la entrada y salida de personajes que tienen relevancia en la historia hasta que desaparecen de la cancha.






Al final de la película, un cartel detalla que alrededor de veinte mil adolescentes de países pobres quedan boyando en España al ser abandonados por representantes de fútbol que los hacen ingresar al país con la promesa de la consagración. En este sentido, Diamantes Negros logra el objetivo de exponer el aprovechamiento de la pobreza para capturar, explotar y descartar adolescente como mano de obra barata.

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