La habitación de Fermat (Luis Piedrahita-Rodrigo Sopeña, 2007)



Cuatro matemáticos reciben la invitación para participar de un desafío. Se les asignó un seudónimo y se los cita en un punto de encuentro para luego ser conducidos al lugar de la contienda. No pueden llevar celulares. Finalmente, llegan a una casa alejada de todo contacto humano en donde se desarrollará la contienda. A poco de llegar los cuatro, aparece el Fermat del título (interpretado por Federico Luppi) quien abandonará el desafío sin siquiera haberlo empezado tras recibir un llamado en su celular relacionado con su hija internada en coma. Cuando el desafío comienza, los cuatro se dan cuenta que con cada demora o respuesta incorrecta las paredes de la habitación empiezan a avanzar por lo tanto tendrán que solucionar todos los problemas matemáticos de manera correcta y en el menor tiempo posible para no morir aplastados.







La habitación de Fermat es más efectista que efectiva y bien pudo ser un producto para televisión por algunas decisiones estéticas (primerísimos primeros planos, mucho brillo) y otras de estructura. El guión va tirando información demasiado oral que se acomoda según convenga para desviar las sospechas sobre la identidad de quien desea matar a los cuatro participantes y su motivación. Es tan notorio el esfuerzo para que las vueltas de tuerca sorprendan que se dejó de lado la entidad de los personajes que parecen recipiente vacíos donde se los rellena de datos con la lógica de un manual de matemática.



Con tanta data rebotando de personaje en personaje es natural que la revelaciones de cada intriga no estén a la altura de las expectativas y la resolución general también sea pobre en comparación. Para colmo, la película se ve obligada a abandonar la asfixia del cuarto menguante (algo que funciona realmente bien en la historia) y deja un enorme cabo suelto (sospecho que para la posibilidad de una secuela) que quita potencia a un final que de por sí es un tanto perezoso.







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