Don Juan Tenorio (Luis César Amadori, 1949)

 



Un viejo solterón (Luis Sandrini) que se vanagloria de sus épocas como primer actor sobrevive con clases de actuación y de especular con acciones de la bolsa. Su única familia es un sobrino a punto de recibirse de doctor que tiene la idea de comprometerse apenas se reciba. Después de una broma que sale mal, el viejo decide contar la verdad acerca de su vida para que el suegro de su sobrino acepte el pedido de la mano de su hija.










La película se inicia con el viejo contando anécdotas de una etapa gloriosa ante una audiencia que lo respeta pero le cree poco. Con el correr de los minutos vamos descubriendo una serie de falsedades que vienen apilándose desde el pasado del actor y que cada vez más se hará complicado sostener.

Para esto el guión está estructurado como cajas chinas: parte del presente del viejo actor y su avaricia (ecos de Moliere), se introduce en su pasado como falsificador casi ad honorem y enamorado no correspondido; y en la parte final, le entra de lleno a la obra clásica de José Zorrilla. 

Esta estructura despierta bastante interés, aunque la adaptación de la obra poco influya en la trama cuando se regrese a la linea argumental para apurar la resolución. Hasta ese momento, la serie de falsedades y apariencias que se fueron exponiendo (y que terminarán por cerrarse en el final) son más interesantes que los minutos que se le dedican a la representación de la obra a pesar de la gracia que causan los anacronismos varios y el ingenio de los diálogos en rima




No obstante, la película de Amadori es dinámica y sorprende con recursos del cine fantástico para reforzar los diálogos (la previa a la representación de la obra); Sandrini, alejado de los tics que habitualmente pone en juego, demuestra lo excelente actor que fue y Tita Merello, casi en rol vampiresa, está despampanante.

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