The Black Shield of Falworth (Rudolph Maté, 1954)




Myles (Tony Curtis) es un campesino que escapa de la venganza del abusivo Conde de Alban (David Farrar) y gracias a un salvoconducto que le entrega un sacerdote terminará (junto con su hermana) bajo la protección del Conde Williams (Herbert Marshall) para quien el salvoconducto representa el regreso a una situación aún no resuelta del pasado. Mientras Myles es entrenado para ser parte de la guardia, confirmará su amor por la hija del Conde Williams, Lady Anne (Janeth Leigh), también pretendida por un caballero y que lo llevará, por supuesto, a un velado duelo por ella mientras se resuelven traiciones que no lo son tanto y se combaten otras que sí lo son.



Película de capas y espadas donde el argumento es apenas una excusa para acumular peleas, romance y el duelo final, hay que decir que Rudolph Maté no parece estar cómodo en éste género. El guión está lleno de intriga, intensidad sexual  y honores en juego y con todos estos condimentos a Maté le importa más detenerse en las bibliotecas, las habitaciones, el vestuario y los jardines del palacio que
jugar con los personajes. No hay épica en un Tony Curtis (en plan imitación a Burt Lancaster) que gasta demasiada energía en saltos y peleas y no le queda nada para la relación con Lady Anne, un personaje puramente sexual (como todos los persojanes que interpreta Janet Leigh) y que, por lejos, parece demasiada mujer para el inquieto pero cándido Myles. Ese nervio ausente (que sí tiene, por ejemplo, Scaramouche (1952) de George Syidney) es lo que reduce el interés por la trama.


A pesar de que está lejos de ser un clásico del género, The Black Shield of Falworth es una película que todavía resulta simpática y evoca esas tardes de Sábados de superacción.  

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