The Alamo (John Wayne, 1960)


Dejando de lado la veracidad de los hechos (el cine estadounidense se dedicó a modificar esta historia donde EEUU le birla Texas a México y eso desencadena la batalla de El Álamo), la película de Wayne es útil para demostrar que el estilo de un director es intransferible a pesar del esmero en la copia.





John Wayne le pide prestado la estética a John Ford, pero mientras que en cualquier película de John Ford hay pudor y sutileza en la relación de los personajes, en The Alamo ocurre lo contrario: todo está expuesto, las peleas (algo que en las películas de Ford definen la personalidad de los personajes) son artificiales, violentas pero básicamente machistas. Algo parecido a la celebración de la testosterona. Incluso el personaje de John Wayne es casi un zombie sin alma, que deambula por la película repitiendo sin vida los parlamentos del guión. Esta falta de matices hace que la película sea absolutamente lineal y no se distraiga con nada hasta llegar a la batalla final. Incluso hay un momento de "debilidad" donde David Crockett (Wayne) se enamora de una mexicana que el guión rápidamente diluye para centrarse en la historia principal.



Pero no todo es malo en The Alamo, hay que decir que los momentos de batalla están muy bien logrados y tienen un nervio y espectacularidad física notables. Pero sólo son momentos en casi dos horas y media de duración. Justamente, ese rigor en la lucha es lo que más le interesa a John Wayne, y esa es su mirada más allá que quiera replicar la épica de John Ford. Mientras que para Ford los personajes, con sus debilidades, defectos y virtudes, hacen la Historia, para Wayne solamente el valor y la testosterona la construyen. Para Wayne, los mártires de El Álamo fueron personas unidimensionales, sin miedos, ni pasiones, ni dudas. Tamaña interpretación hace que la película se quede en la superficie y exponga  lo grande que le quedó el proyecto al actor fetiche de Ford.

Comentarios

Entradas populares