Los años del franquismo son un capítulo aún inconcluso en España (probablemente siempre lo sea) y es por eso que constantemente hay películas o series de televisión que vuelven a ese período de tiempo para desarrollar sus historias.
Silencio roto narra el regreso al pueblo de Lucia (Lucía Jimenez) para quedarse en la casa de su tía (Mercedes Sampietro) y de su tío (Pepo Oliva) un franquista de primera mano además de ser alguien con poder en el lugar. En ese regreso se enamorará de Manuel (Juan Diego Botto) cuyo padre está clandestino en las montañas junto a otro rebeldes que luchan contra el franquismo. Una avanzada de los rebeldes para ocupar el pueblo terminará en un sangriento contraataque por parte de la Guardia Civil que escarmentará a los que colaboraron con los guerrilleros.

Montxo Armendáriz -un director con películas muy malas como Historias del Kronen (1995) o aceptables como Las cartas de Alou (1990)- acierta en la mirada contemplativa para trasmitir la opresión del pueblo controlado por la Guardia Civil. Las historias se desarrollan con naturalidad, sin subrayados ni comentarios sobre las decisiones de los personajes. Pero este acierto choca con momentos innecesarios en la relación entre Lucía y Manuel (la infidelidad de Manuel o el embarazo de Lucía) que no tienen más peso en la trama que, por ejemplo, un forzado dramatismo cuando Lucía deja la foto de su hija sobre la tumba de uno de los personajes fusilados.

Si bien estas situaciones exponen una manipulación estéril (además de frenar la fluidez del relato), Silencio Roto se ubica dentro de las películas rescatables de Armendáriz gracias al tono intimista, a no cargar las tintas ni en el heroísmo ni en la traición de los personajes y a un grupo de actores que evitan caer en la tentación de la trascendencia épica, un pecado habitual en realizaciones de este tipo.
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