E.T. The Extra-terrestrial (Steven Spielberg, 1982)

 


A estas alturas, el fenómeno E.T. parece haber llegado al máximo de su expansión para quedar como un hito dentro del cine como lo fue Frankestein o Drácula. Esto no quiere decir que la película haya envejecido, por el contrario, aún conserva el agridulce encanto de ser un cuento de hadas acerca de un chico (Elliot, Henry Thomas) quien aún no puede digerir la ausencia del padre después de la separación con su mamá (Dee Wallace). Es un duelo que el hermano mayor de Elliott, Michael (Robert McNaughton), ya sufrió y la hermana menor, Gertie (Drew Barrymore), aún no tiene edad para siquiera pensarlo. Sin embargo, Elliott sí está en la edad de comprender que su padre no regresará (la película, a pesar de que lo menciona como que está en México, da la sensación de haber fallecido) y a medida que esta idea sea negada aparecerá el ser de otro planeta que lo acompañará en el duelo hasta la aceptación.







De esta manera, E.T. compensará la figura paterna ausente. Quizás el momento en donde la madre de Elliott le lee un cuento a su hija Gertie mientras E.T y Elliott observan escondidos en el placard podría resumir esta relación padre-hijo entre ellos. Pero también existe esta relación con Gertie con el juego de las pelucas y los vestidos, o incluso por ambigua atracción que tiene E.T. por la madre de Elliot. Todos estos momentos están contados con una fotografía de colores vivos y contrastes brillantes; pero como es necesario que Elliot concrete el duelo y asuma la pérdida del padre, E.T. debe morir. Entonces, a partir de la agonía de E.T.  los colores se vuelven pálidos y rígidos hasta la "resurrección" donde los recuperados colores vivos estallarán durante la partida del alienígena.


Como siempre, Spielberg es un maestro de la narración. E.T. The Extraterrestrial jamás abondona el punto de vista de un niño (la mayoría de los adultos no tienen cara, la ley es sólo un cuerpo amenazante) y solamente hay un leve cambio en el punto de vista cuando el personaje de Peter Coyote comprenda el dolor de Eliott y logre cierta empatía mostrándose él mismo como un niño grande al que le llegó demasiado tarde la posibilidad de conocer a un ser de otro planeta. De hecho, en el final, Spielberg lo encuadra junto a la madre de Elliott, como si ellos fueran los dos únicos adultos que merecen la confianza del niño.


Película que puede leerse como la segunda entrega de un tríptico iniciado con Close encounters of  the Third Kind (1977) y que cerraría A. I. (2001), E.T. The Extraterrestrial ya es un clásico del cine. Lo que es sin duda un mérito, pero también una marca generacional que quizá, como Drácula o Frankestein, no logre renovarse en nuevas generaciones.

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