The Handmaid's Tale (Volker Schlöndorff, 1990)
















La primera adaptación (esta vez cinematográfica) de la reconocida novela de Margareth Atwood es una película pequeña con aspiraciones de gran producción donde el resultado final no parece ser tan malo como podía augurar los primeros minutos.






En un país "al que le fue mal" -según reza el cartel del comienzo de la película- una mujer (Natasha Richardson) es secuestrada junto a su hija por un grupo militar para ser entregada como criada cuya única función es procrear la clase dominante encabezada por militares. En esta (a)normalidad donde las mujeres son ahorcadas por entregarse al placer sexual, los hombres manejan la política represiva y hay miedo en las calles, se gesta una intimidad entre cuatro personajes: la criada, el coronel Fred (Robert Duvall), su chófer (Aidan Quinn) y Serena, la mujer del Coronel (Faye Dunaway), en un juego intimo que estallará al igual que Gilead empujado por las pasiones reprimidas. Las pasiones cruzadas van a empujar a un desenlace con sacrificios, asesinatos y una falsa libertad.


La puesta en escena cuasi televisiva de Schlöndorff (fotografía sin matices, planos sin profundidad) de a poco comienza a ser funcional al guión de Harold Pinter que está planteado como un melodrama desbordante con oprimidos contra opresores como sostén. Con habilidad, Pinter tensa las relaciones humanas luego de que la criada haya quedado embarazada del chófer por orden de Serena quien ansía tener un hijo a toda costa a pesar de la esterilidad del coronel. Ese foco en los personajes más que en lo social (que Pinter se lo saca de encima rápido) es lo atractivo. Todos los personajes de alguna manera terminan abatidos por la opresión: el matrimonio del Coronel y Serena, la pareja del chófer con la criada (aunque intentarán rebelarse) y en especial Moira (Elizabeth McGovern) quien llevará la peor parte en la resignación. El problema es que Schlöndorff piensa más en una espectacularidad que no puede manejar e interrumpe el tono intimista con planos de multitud y linchamiento que rompen el tono.

 


Quizá la película puede parecer pobre comparado con la estética poderosa de la serie; sin embargo, posee ciertas virtudes que sobreviven a habitual chata dirección de Volkler Schlöndorff. Además, Robert Duvall, Faye Dunaway y Elizabeth McGovern están muy bien.


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