A dry white season (Euzhan Palcy, 1989)

 















En el  momento de su estreno, esta película adquirió renombre porque recuperaba al semiretirado Marlon Brando, quien además fue nominado al Oscar como mejor actor secundario por su interpretación. También llamó la atención que se prestara para la película de una debutante con un presupuesto más que acotado. Sin embargo, lo que le atrajo a Brando es la historia que Palcy quiso contar.



En A dry white season, Brando es McKenzie, un abogado que ejerce en Sudáfrica donde las leyes para los negros están prácticamente vedadas. De hecho, la película se inicia con una violenta represión donde policías matarán a niños sin ningún remordimiento y secuestrarán a otros para hacer inteligencia interna. Uno de los niños que será secuestrado es el hijo del jardinero de Ben (Donald Sutherland), un profesor de historia  que ayudará al jardinero a rastrear al hijo que finalmente aparecerá muerto. Luego de que el jardinero también sea secuestrado y asesinado, Ben contactará a McKenzie para que acuse al Capitán Stoltz (Jürgen Prochnow), jefe de seguridad que aplica torturas para que los rebeldes confiesen, como culpable del asesinato del jardinero. El juez (Michael Gambon) pese a todas las pruebas que se presentan, no encuentra a Stoltz responsable de los cargos y lo exime. A partir de ahí, el perseguido será Ben quien recopilará los testimonios de reprimidos y testigos de los secuestros para dárselos a Melanie (Susan Sarandon) una periodista que trabaja en tándem con Stanley (Zakes Mokae) un activista de armas traer.


Euzhan Palcy retoma todos los condimentos del cine político de los setenta con un montaje seco, mucho diálogo, actuaciones intensas, y en especial el contraste entre los ojos prístinos de los blancos en oposición a los oscuros de los negros: en ese contraste, Palcy resume la desigualdad entre negros y blancos en Sudáfrica y por qué los blancos (o la mayoría de ellos) jamás aceptarían un gobierno elegido por los negros. El tema del racismo y la violencia política tratados por la película son tan potentes que atenúan momentos de resolución ingenua (como por ejemplo la entrega de los documentos) o líneas argumentales que quedan a medio desarrollar como la relación entre Ben y su hija que terminará traicionándolo en una decisión un tanto traída de los pelos.


Marlon Brando, con su intervención breve pero contundente, abrió una tercera etapa en su carrera quizá innecesaria. Euzhan Palcy realizó otro largometraje más (Simeon, 1992) y luego realizó trabajos televisivos. Tendría que haber sido al revés.


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