El alma de las moscas (Jonathan Cenzual Burley, 2011)

 














El influjo de Wes Anderson domina cada fotograma de El Alma de las moscas. Y hay que reconocer que la composición del cuadro es llamativa y digna de admirar. Sin embargo, el director se anima a contar una ficción y es ahí donde lo maravilloso del encuadre o la fotografía termina por diluirse en una historia muy lineal, con personajes carismáticos pero sin peso y con personajes secundarios que pueden pasar por pintorescos pero que no van más allá de eso (y si van más allá, terminan siendo ridículos como el personaje que se queda dormido en cualquier lado).

Dos hermanos quienes desconocían la existencia el uno del otro son reunidos por su padre al morir para que ambos asistan al funeral. Llegarán a una estación abandonada y por una serie de contratiempos iniciarán un viaje de reconocimiento  donde cruzarán lazos mientras recorren los hermosos paisajes bucólicos españoles (lo mejor de la película). Si el director hubiera dejado de lado la pretensión de imitar a Wes Anderson y se hubiera dedicado a filmar paisajes y unirlos con una voz en off que narrara la misma historia pero sin actores (aunque tendría que haber sido un mediometraje como mucho) la película hubiera ganado en emotividad. Pero la necesidad de contar con muchas metáforas, onirismo y mujeres misteriosas (¿ecos de Subiela?) terminan por redondear una película dispersa, con buenas intenciones, pero pueril.


Las imágenes son muy fuertes pero no alcanzan para evitar una película fallida; no obstante, es un director con potencial y vale la pena acercarse a su opera prima.

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