Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964)

 















Después de las casi dos horas y media de Mary Poppins, todavía se me hace difícil entender el motivo de su vigencia a través de los años como para que se haga una remake(secuela (Mary Poppins Return, 2018) y una película que cuenta la obsesión de Disney por el libro en que se basa la película (Saving Mr. Banks, 2013).






Más allá del icónico descenso de Mary Poppins (Julie Andrews) desde una nube con su paraguas, el resto de la película es anémica en cuanto a impronta del personaje principal: Mary Poppins parece un robot que canta, la relación con sus pupilos claramente se ve como una obligación y no le importa divertir a los chicos (si esa es la idea de la película) como tampoco dejar un mensaje de vida (si esa es la idea), ni siquiera que la pasen bien; si no fuera por Bert (Dick Van Dyke) que rompe lo estructurado de Mary Poppins, la película carecería de vida. 





Pero hasta el mismo Bert es mirado con reprobación por la severa Mary Poppins. Cuando visitan al Tío Albert (Ed Wynn) un hombre que se eleva gracias a la risa y cuánto más se ríe, más sube. Tanto Bert como los chicos se elevan contagiados por la risa de Tío Albert mientras que Mary Poppins es la que queda con los pies en la tierra para obligarlos a bajar. (Por otra parte, es bastante llamativo que esta secuencia haya quedado en la película con tanta gente volada que no puede bajar ni dejar de reírse).


En el caso de los padres de la casa, hay cierto conservadurismo en la mirada sobre ellos. La madre, Winnifred Banks (Glynis Jonhs), sufragista que lucha por el voto femenino, y el padre, Geoge Banks (David Tomlinson), empleado en un banco, están retratados como dos personas obsesionadas con sus actividades mientras descuidan a su familia. Para el final, las cosas se acomodarán (la madre abandonará sus ímpetus políticos) y el padre, como jefe de familia, se enfrentará a su jefe por una recriminación que él considera injusta, se despedirá con la frase mantra de Mary Poppins (Supercalifragilisticexpialidocoius)  y después se enterará que el jefe para quien trabaja quien murió feliz al entender el mantra de Mary Poppins y por eso el heredero de la empresa lo recompensará con un ascenso por alegrar al padre en sus últimos momentos. 


Y así, Mary Poppins vuelve a las nubes después de casi dos horas y media de soportarle su rictus inexpresivo y sin empatía. Nunca sabremos por qué quiso trabajar para la familia Banks, ni tampoco el misterio de su perdurabilidad. Pero eso pasa con todas las películas aburridas de Disney.



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