Brother (Takeshi Kitano, 2000)

 








En el pico de su popularidad por aquellos años por películas sublimes como Hana-bi (1997), Sonatine (1993) y Ano natsu, ichiban shizukana umi (1991), Takeshi Kitano puso un pie en la co-producción con EEUU. A diferencia de muchos directores que al llegar al mercado norteamericano pierden todas las características que lo hicieron llegar a él, Kitano endurece los códigos de su cine y construye una película de yakuzas con un mensaje tan combativo como desolador. 



Luego de que su Familia en Japón fuera desmembrada, Aniki Yamamoto (Kitano) va a EEUU a reencontrarse con su hermano menor. En su llegada, un negro (Omar Epps) lo increpa luego de que por accidente le haya roto una botella de vino. Yamamoto le contesta clavándole la botella rota en el ojo. Resulta que ese negro será Denny, un integrante de la banda de su hermano menor, banda de poca monta que trabaja para un dealer mexicano. La llegada de Yamamoto comenzará a provocar una unión de bandas ¿tercermundistas? que logrará poder y se enfrentará a la mafia italiana.


La consolidación del clan Yamamoto como factor de poder en el submundo de la mafia es narrado con la misma sencillez que Sonatine: momentos lúdicos, de goce absoluto, mezclados con otros de violencia poética que se irán acumulando hasta llegar al estallido final donde el enfrentamiento con los italianos será impiadoso.





Brother intenta arengar la idea de que la unión hace la fuerza. En este caso, el enemigo a vencer es la poderosa mafia italiana que elípticamente Kitano describe como poderosa gracias al dinero que invierte en corromper al Estado que la protege. El grupo mafioso que Yamamoto arma (negros, chinos, mexicanos) no puede contra el poderío italiano a pesar de su salvaje efectividad. En el final, cuando Yamamoto se enfrenta a la mafia siciliana como si fuera una pandilla salvaje de un integrante,  Kitano deja la desoladora sensación de que la derrota es más segura de lo que uno anhela cuando se enfrenta a un gigante.


Otra gran obra del gran Takeshi Kitano, de un lirismo mayúsculo, que debería ocupar un lugar dentro de los clásicos del cine negro mundial. Por otro lado, la banda de sonido de Joe Hisaishi es impresionante.


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