Whisky (Juan Pablo Rebella & Pablo Stoll, 2004)
El dueño de una fábrica de medias le pide a su empleada que se haga pasar por su esposa ante la visita de su hermano desde Brasil. Esta premisa puede derivar en una comedia de enredos, muy externa, con situaciones hilarantes donde la mentira es una bola de nieve repleta de carcajadas que crece hasta explotar. De manera interesante, Whisky arma esta bola de nieve pero para que implote. Es una comedia intimista, introspectiva, con un humor introvertido si no fuera por el personaje del hermano que viene de Brasil. Pero también es la descripción de los roles sociales.
Evidentemente, Marta Acuña (Mirella Pascual), la empleada, solamente le hace el favor a su patrón, Jacobo Koller (Andrés Pazos), como una obligación más de su trabajo. Se puede intuir una velada atracción, pero creo que la película la necesita más que nada para darle cierto tono positivo a Jacobo para que no sea absolutamente despreciable fuera de su incompetencia manual y empresarial. A su vez, Jacobo tiene absolutamente en claro que su empleada sigue siendo su empleada en todo momento: no hay un rasgo de sentimentalidad en toda la película (en los tramos finales, cuando le pide el taxi y no la acompaña hasta el vehículo queda muy en claro que el trabajo de su empleada terminó y se lo agradeció con dinero); pero si pueden quedar dudas sobre la relación entre ellos, el final lo va a confirmar de manera contundente sin otro comentario que terminar la película en ese momento.
Con ecos de Kaurismaki, pero bien rioplatense, Whisky es una joyita del cine uruguayo que seguramente se convertirá en un clásico con el paso del tiempo.
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