Mullholland Falls (Lee Tamahori, 1996)





















Por los '90 hubo un rebrote un tanto desparejo del cine negro norteamericano cuyo mejor exponente fue L.A. Confidential (1997) un efectivo trabajo de Curtis Hanson. Previo aquella obra, Lee Tamahori (un director que tuvo su cuarto de hora gracias a Once were warriors (1994) cuya violencia efectiva simula las falencias de la película) parecía el director adecuado para actualizar el cine negro con una dosis de seca violencia física. Y si a esto le agregamos un cuarteto integrado por Nick Nolte, Chris Penn, Chezz Palmintieri y Michael Madsen, más una Jennifer Connelly exquisita y un John Malkovich enigmático, el entusiasmo era justificado. 




Lamentablemente, tantas sumas dan negativo. En Mullholland Falls, la tosquedad de Lee Tamahori funciona muy pocas veces (en especial en la escena del comienzo) porque en los otros momentos llegan al ridículo (como en la del avión, por ejemplo). Y como si fuera poco, Nolte, Penn, Palmintieri y Madsen están insoportables; en especial Palmintieri cuyo personaje es llanamente insufrible pero no por impericia del actor (que a pesar de todo intenta darle un rasgo humano) sino porque Tamahori no le interesa construirlo ni siquiera como una parodia. Es por eso que la escena del avión (que oscila entre la vergüenza ajena y la comedia involuntaria) es un disparate digno de una pelicula de Zucker-Abrahams-Zucker.




Algo parecido ocurre con Nolte; pero este caso es peor porque Nolte (una presencia muy fuerte como el cine negro lo requiere) termina por no ser ni chicha ni limonada. En los momentos dramáticos causa gracia y en los violentos, aburre. Se supone que sobre sus hombros recaiga un drama cuasi sentimental que cierre con el clásico héroe solitario tras la crisis de su matrimonio con Melanie Griffith debido a la relación con la prostituta interpretada por Connelly; pero la pobre profundidad de su personaje provoca la absoluta indiferencia. A propósito: Melanie Griffith sorprende con una interpretación muy contenida.



Y con respecto a Penn y Madsen, alcanza con ver sus actuaciones en Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1993) para comparar cuándo hay un buen director detrás de cámaras. Madsen por lo general es un actor insufrible (excepto con Tarantino) y Penn, sin un Ferrara que lo contenga tampoco, puede dar mucho de sí. Por suerte tenemos a Malkovich que siempre encuentra el tono justo como para salir bien parado.



Pero lo peor es Jennifer Connelly. A pesar de la importante carga de erotismo que le da a su personaje, Tamahori no llega a convertirla en la femme fatale trágica por la cual sufre Nolte. El comienzo, que debería ser la presentación del personaje y el motivo por el cual Nolte y John Malkovich pierden la cabeza por ella, no es más que una coreografía gélida e inexplicable.




En síntesis, una película con demasiadas situaciones ridículas a pesar de la acumulación de actores secundarios notables (Bruce Dern, Ed Lauter), un enigma interesante pero desperdiciado y un guión flojo. 

Cine negro desteñido.

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