Bronenosets Potemkin (Sergei M. Einsestein, 1925)

En sus comienzos, Einsestein estaba más preocupado por trasmitir ideas que por la narración; esto hace que su período mudo sea impactante con dos indiscutibles películas fundantes como Oktyabr (1927) o Bronenosets Potemkin.

La historia arranca con el motín en el acorazado Potemkin tras el intento de fusilamiento de un grupo de marineros que se quejaron por la carne podrida que se les daba como alimento. En dicho motín morirá Vakulinchuk (Aleksandr Antonov), el marinero que inició la revuelta y  a quien llevarán en bote al pueblo de Odessa para ser velado. Allí, la multitud que asiste al velorio (y que también espera al acorazado) será reprimida por las tropas del Zar quiénes dispararán sin miramientos tanto a hombres como mujeres y niños  ante la insurrección de los marineros. Finalmente, el Potemkin arriba a Odessa y al conocer de la masacre lanza bombas hacia los edificios burgueses en defensa de la gente. Tras este contraataque esperan a la armada para enfrentarla pero finalmente se unirá a la lucha de los marineros del Potemkin.

Bronenosets Potemkin posee momentos de una violencia estilizada que todavía sigue impactando. Sin dudas, la represión de Odessa (donde ocurre el mítico momento del coche rodando escaleras abajo con el bebé adentro) es la que concentra toda la habilidad de Einsestein como director y su idea del uso del montaje. La escultura de los leones asustados por los cañonazos del Potemkin, el avance de las tropas, la huída de la gente y el mencionado momento del coche con el bebé, son un prodigio de contención, explosión y armado del espacio que aún hoy mantiene su potencia visual y su proeza técnica. Claramente, Einsestein, además de montaje ideológico, tenía una idea de la espectacularidad visual y sabía cómo plasmarla; algo que deslumbraría años después en Ivan Groznyy (1944).

Obra insoslayable del cine ruso y del cine a secas, en Bronenosets Potemkin persiste el germen de un lenguaje visual todavía potable para el despertar de ideas.