Anna Karenina (Julien Duvivier, 1948)
Nueva versión del clásico literario de Tolstoi esta vez con Vivían Leigh en el papel de Anna. Duvivier repite el mismo esquema que Rouben Mammoulian en la versión con Greta Garbo: el placer en Anna Karenina; pero a diferencia de Garbo, Vivien Leigh construye un bajo perfil incluso cuando se siente atraída por el Coronel Vronski (Kieron Moore) a pesar de estar casada con Karenin (Ralph Richardson) un importante diplomático ruso. Con un recato casi afectado, Leigh va oscureciendo al personaje al punto de la desesperación y la locura casi como una continuación madura de su Scarlett O'Hara en el clásico Gone with the wind (Victor Fleming, 1939)
A simple vista pareciera que Duvivier hace una lectura machista del clásico porque Anna Karenina es castigada por engañar a Karenin; sin embargo, Anna está decidida a dejar todo (incluido su hijo) para ser feliz por única vez en la vida pero sus limitaciones le impiden enfrentarse a Karenin para que le conceda el divorcio que le permitirá vivir junto al joven Vronski. En este callejón sin salida (Karenin no le da el divorcio y Vronski ya no soporta las indecisiones de ella), Karenina rompe la pared a sus espaldas con trágicos resultados.
Tanto ella como su cuñada Dolly Oblonsky (Mary Kerridge) son víctimas de una sociedad que consciente la infidelidad masculina pero la femenina es repudiada hasta por las mujeres. Sin embargo, Dolly Oblonsky acepta las infidelidades de su esposo Stephan Oblonsky (Hugh Dempster) tanto por su amor hacia él como por cobardía a enfrentarse a la soledad; algo que a Karenina no le importa enfrentar.
Si la película no llega a un nivel de clásico (y es evidente que tuvo esa intención), es porque Julien Duvivier utiliza códigos de comedia sofisticada para forzarlos en el drama además de quedar un poco desdibujados personajes potentes como el de Levin (Nial MacGinnis) o Karenin a pesar de la dignidad que le impone Richardson. No obstante, es interesante ver a Vivien Leigh en otra gran actuación.
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