La ley del deseo (Pedro Almodóvar, 1987)
La depuración de un estilo vinculado al melodrama que se venía anunciando en Matador (1986) se consolida en La Ley del deseo con una historia de celos y muerte no tan recargada como su antecesora.
En este caso, Pablo Quintero (Eusebio Poncela) es un director de cine que es abandonado por Juan (Miguel Molina) y ese lugar lo ocupará Antonio (Antonio Banderas) quién comenzará a celar al director al punto de matar a Juan. En el medio está Tina Quintero (Carmen Maura), hermana de Pablo, actriz conflictuada que acaba de romper una relación con Ada (Bibi Andersen) quedándose a cargo de la hija de su ex, quien actúa en una obra de teatro de su hermano para recuperar un prestigio que el cine le está negando. El asesinato de Juan hará sospechoso a Pablo quién luego de un accidente automovilístico perderá la memoria y esto servirá para recomponer algunas relaciones rotas con su hermana quien le (re) descubrirá al espectador un sorprendente secreto mientras Antonio, dejado a un lado por Pablo, intentará recuperarlo aún a costa de la vida de Tina.
La elegancia de Almodóvar y su habilidad para relacionar personajes comienza a madurar en la perfección visual de un encuadre cada vez más equilibrado como uso de los colores. Su insistencia en la muerte como máxima demostración de la pasión lo aleja lentamente del disloque de sus primeras obras y parece sentirse cómodo entre pasiones ingobernables, boleros y tabúes varios; sin embargo todavía persiste en la provocación infantil resumida en el exagerado secreto de Tina que causaría risa si no fuera por el gran trabajo de Carmen Maura. Es como si Almodóvar se hubiera asustado de repetir la madurez de Matador pero al mismo tiempo la quisiera revindicar. Esta vacilación termina por darle un innecesario punto flojo (que en realidad vale por tres) a una historia que no necesitaba ridiculizar tanto al personaje de Tina.
Hasta aqui, Almodóvar planeó su carrera paso a paso. Tras sus tres primeras producciones que tradujeron con fidelidad la locura de la movida madrileña de los '80, llegó al cruce de géneros con Entre Tinieblas (1983) que derivó en el velado drama ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) hasta desembocar en Matador (1986) y Laberinto de pasiones. Pero el inimaginable suceso de su próxima película cambiaría definitivamente el rumbo de su filmografía.
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