Bonjour tristesse (Otto Preminger, 1958)

 











Otto Preminger tuvo un exagerado prestigio en mayor medida gracias a que sus películas lograban un nivel muy velado de perversión que disimulaba una puesta en escena chata. Algo así como un mal imitador de Hitchcock.








Bonjour tristesse es el relato de un incesto en ciernes entre Cecile (Jean Seberg) y su padre Raymond (David Niven, algo así como un playboy entrado en los cuarenta), donde la hija no termina de asumirlo y al padre no parece importarle. Cecile, para evitar caer en la tentación pero al mismo tiempo para mantener a su lado al padre, ofrece a su amiga Elsa (Mylene Demongeot) como relación al padre hasta que la llegada de Anne Larson (Deborah Kerr) una cuarentona diseñadora de modas, le arruina los planes al lograr que Raymond finalice la relación con Elsa para casarse con ella. Desesperada, Cecile buscará romper la nueva pareja y recurrirá Elsa para que reconquiste a Raymond. Anne descubrirá la infidelidad y, humillada, escapará en una huida trágica.



El final es falsamente ambiguo, con Raymond y Cecile (luego de un revelador desnudo de espaldas), dialogando después de una fiesta, cuál matrimonio consolidado en un presente y opresivo blanco y negro.





Preminger maneja muy bien la ambigüedad de la relación entre padre e hija pero hay momentos (demasiados) donde la película asume la mirada de Cecile (es decir, negar lo que se muestra para disimularlo como una travesura adolescente) y esto hace que la narración se vuelva pantanosa y hasta irritante. Es interesante la idea de filmar el pasado a todo color y al presente en un agobiante en blanco y negro  (de hecho, el recurso de los destellos a color cuando Cecile comienza a evocar es muy efectivo) pero se agota en innecesarias idas y vueltas en el tiempo con una voz en off machacona que no agrega nada a lo que vemos.


No obstante, el resultado no es descartable, en parte gracias al trío Niven-Seberg-Kerr, que desde su sencillez logran dar carnadura a sus personajes; en especial, David Niven que hace de su despreciable personaje un tipo encantador.




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