Dog Day Afternoon (Sidney Lumet, 1975)
















Sal (John Cazale), Sonny (Al Pacino) y Stevie (Gary Springer) irrumpen en un banco de Brooklyn con la intención de robarse varios millones. A los pocos minutos, Stevie se arrepiente y abandona el banco dejando a los otros dos desconcertados. Pero lo peor para Sal y Sonny vendría después cuando descubran que el banco ya no tiene el dinero que ellos venían a robar, se tengan que conformar con un botín irrisorio y que una equivocación los obligue a tomar de rehenes a los empleados del banco (todas mujeres excepto por el director) cuando la policía cerque el lugar. A partir de allí, el policía Moretti (Charles Durning) manejará la toma de rehenes hasta que entra en escena Sheldon (James Broderick), el agente del FBI que representa más una amenaza que una solución para los protagonistas.



La película de Sidney Lumet comienza con un registro documental, con la cámara recorriendo calles llenas de basura, pobreza y tráfico atiborrado, para pasar a un tono cuasi cómico que lentamente abandona para adentrarse en una tragedia donde el destino de Sal y Sonny importa tanto como los motivos que los llevaron allí mientras se va desenrollando una madeja de afectos, desamores, imposibilidades, frustraciones e impedimentos que enredan a los personajes de ambos bandos y a otros que por laterales no dejan de ser interesantes (en especial Leon (Chris Sarandon), que es la bisagra dramática de la película).



Es asi como Dogday Afternoon plantea tocar varios temas incómodos: la homosexualidad  (aunque para ser más precisos la elección de a quién amar), lo traumático de Vietnam, la violencia policial (se menciona la masacre en la cárcel de Attica donde la Guardia Nacional asesinó a 40 reclusos) y el trato que le daban a los homosexuales en ciertas clínicas para "curarlos". Todos estos temas atraviesan como un balazo las casi dos intensas horas de un clásico que todavía mantiene su atractivo al punto de ser homenajeado en la maravillosa Pizza, birra, Faso (Adrián Israel Caetano-Bruno Stagnaro, 1997).


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