Mad Max (George Miller, 1979)

 














La muerte de un pandillero perseguido por  Max (Mel Gibson), un policía que se dedica a la exclusivamente a la persecución dentro de una fuerza policial ultraviolenta, despertará la venganza de la pandilla que ajusticiará tanto a colegas de Max y como a su familia. Es así como Max perderá los estribos y su revancha será más violenta que la de los pandilleros.



Hoy en día la película  no es novedosa; lo que le permite detectar con más detalle las falencias. Los lugares comunes (Max casado con una mujer que lo ama, con un hijo de apenas un año, ser un policía querido y respetado) son disimulados por una rabiosa puesta en escena, con persecuciones violentas y algunas resoluciones extremas bien filmadas (la muerte de la familia de Max). Sin embargo, la llegada de los motociclistas bordea el ridículo y sólo representa una amenaza si se fuerza una maldad infantil exagerada. Da la impresión de que Mad Max empezó siendo casi una parodia de algunos códigos del cine americano para un consumo rápido que una película independiente del objeto que se parodia.


La película de Miller se puede ver como un western australiano cuasi post apocalíptico que en su momento abrió un impensado filón de subproductos de clase Z que rápidamente saturaron el subgénero. Un salvaje divertimento que impide conectar una línea que el guión amenaza con desarrollar y ese vacilar le resta consistencia a una realización que ha envejecido un poco.


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