Lat den rätte komma in (Tomas Alfredson, 2008)















Desde que Drácula hizo su aparición en el cine, los vampiros acapararon la atención entre todas las criaturas del género de terror. Por temporadas, los chupasangres pueden tener glamour (The hunger, Tony Scott, 1983), sexualidad (Bram Stoker's Dracula, Francis Ford Coppola, 1992) o soledad (Interview with the vampire, Neil Jordan, 1994).



Lat den rätte komma in pega una vuelta de tuerca al contar la relación que entabla Oskar (Kare Hedebrant), un niño ensimismado, tímido, maltratado por sus compañeros de colegio, con Eli (Lina Leandersson) una extraña niña recién llegada que resulta ser una vampira de varios siglos de edad que es mantenida con vida por un hombre mayor que asesina y desangra a sus víctimas para llevarle la sangre a Eli. 



Con todo este material (que podría llegar a terminar desaprovechado si se optara por edulcorar demasiado la historia) Tomas Alfredson logra un tono de absoluta naturalidad donde el maltrato que recibe Oskar en la escuela o el desinterés de su padre derive en el refugio y la tranquilidad que encuentra en la relación con Eli; una relación cuasi edipica cuando nos enteremos de la verdadera edad de la niña. Pero además, hay una descripción minuciosa sobre la vida de ese pueblo Sueco con noches muy largas y frías, relaciones maduras que apenas disimulan el tedio, y vidas solitarias rodeados de una docena de gatos.



Quizá por su historia de un imposible primer amor y por su atmósfera entre onírica y enrarecida, Lat den rätte komma in sea ella misma un sub-género irrepetible, salvo que se quiera caer en la copia (de hecho, la remake norteamericana es un calco de la original al no tener ningún recoveco donde innovar). Por estos motivos, más una perfecta direccióni de actores, esta agridulce historia de entrega y amistad en un mundo gélido y violento se convierte en una joyita del cine sueco.


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