8 tiros (Bruno Hernández, 2015)

 












Película de una honesta clase B  que se agradece.









Juan (Daniel Araoz) vuelve de la muerte para ajustar cuentas con su hermano Vicente (Luis Ziembrowski), un delincuente de peso con varios negocios turbios que tiene en un puño al intendente Bustos (Roly Serrano) -quien mantiene una ambigua relación con Gabriela (Leticia Bredice), madama del burdel del lugar-, la  justicia y la ley. A medida que Juan se descubre ante los socios de Vicente, también se irán descubriendo detalles sobre los motivos de su venganza y del regreso.





A excepción por un momento exagerado (la destrucción de un búnker de droga) o la enclenque introducción de Amanda (María Eugenia Arboleda, una policía que investiga a Vicente) la película mantiene un tono áspero y un ritmo preciso que (como en los mejores relatos) va aportando incógnitas a medida que responde las anteriores y cuya respuesta final será el gran cierre.






A pesar de que la expectativa que genera (y los hechos que se desencadenan) no se ven satisfechos en la resolución final por la puesta en escena (la situación es bastante dramática y hubiera merecido un desarrollo más intenso), el recuerdo que deja esta realización es interesante y despierta expectativas por las futuras realizaciones del director.

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