2 francos, 40 pesetas (Carlos Iglesias, 2014)

 















Esta secuela de 1 franco, 14 pesetas (2006), parece guionada por la embajada de Suiza por la machacona reiteración de las virtudes de ese país en contra del peor lugar del mundo para vivir que es, según el guión, la España de los últimos años de Franco.





Relato de iniciación para dos veinteañeros -Pablo (Adrián Expósito) y Juan (Luisber Santiago)- que se aventuran por las rutas europeas como mochileros rumbo a Suiza y de vuelta de página para Martín (Carlos Iglesias) y Pilar (Nieve de Medina), los padres de Pablo que deciden escaparse a Suiza para huir de la mediocridad económica española y recuperar algo de la juventud que se narró en la primera parte. Una vez llegados todos a Suiza, habrá descubrimientos sexuales, reencuentros con una ex de Martín, -Hanna (Isabel Franco) cuya hija se sospecha sea de Martín-, celos, cierto casamiento que remite a (muy lejanamente) a Berlanga y poco más. 


 


2 francos, 40 pesetas no vas más allá de las intenciones del consumo rápido con ciertos guiños a la comedia española. Lo que llama la atención es que gran parte de la película se dedica a menospreciar a España y agitar loas a Suiza. Por más que la intensidad de esta confrontación baja al punto de que hay un arrepentimiento de los personajes por las críticas, la sensación de que hay un desprecio por la madre patria no se borra y ese desprecio no parte de la presencia de Franco en el gobierno. De hecho, la falla en la ambientación de la época ayuda esa sensación de infelicidad actual que derraman todos cuando están en España. Pero en lugar de analizar la infelicidad, la película se dedica a envidiar lo ajeno; y esa envidia le quita empatía a todos los personajes. 



Película ambigua que esconde una lectura tal vez más oscura de lo que se ve a simple vista.


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