3 coeurs (Benoit Jacquot, 2014)

 













La película tiene un comienzo prometedor: Marc (Benoit Poelvoorde), un empleado del fisco francés, pierde el último tren del día y queda varado en un pueblo alejado de la ciudad. En su deambular por encontrar donde pasar la noche, encuentra a Sylvie (Charlotte Gainsbourg) una mujer que acepta pasar la noche con él en un flechazo a primera vista a pesar de que ella está en una relación. Ante la insistencia de Marc, Sylvie decide abandonar a su pareja y huye a París para encontrarse con Marc e iniciar una nueva vida. Sin embargo, Marc sufre un infarto que, por supuesto, impide el encuentro y Sylvie, luego de la espera, vuelve con su novio para terminar los dos residiendo en Canadá. Las vueltas de la vida hacen que Sophie (Chiara Mastroianni), la hermana de Sylvie, se encuentre con Marc (a quien no conoce) en las oficinas del fisco por unas declaraciones juradas mal liquidadas y Marc se ofrezca a enmendarlas. Por supuesto, ambos se enamoran, logran una relación estable hasta que Marc descubre que Sophie es la hermana de Sylvie. Las cosas se complican cuando Sylvie regrese de Canadá para el casamiento de su hermana con Marc y descubra quién es su cuñado.



Si hasta aquí se puede pensar en un melodrama sin freno, el director no logra darle el espesor de verosimilitud para lograrlo y la película se estira en situaciones ridículas que sólo sirven para retrasar el (re)conocimiento de los cuñados  Y ridículas es un término que encierra también exasperación y burla como creerse que en todo los años juntos Marc jamás le preguntó a Sophie sobre su hermana (a pesar de sendos almuerzos y reuniones en la casa materna llevada adelante por Mamá Berger (Catherine Deneuve) o que jamás le mostraron fotos familiares o llegar al ridículo de estar ocupado en otros asuntos como para conocer a su cuñada cuando las hermanas hablan por webcam. Todo esto condimentado (y disimulado) con una banda de sonido ominosa que anticipa desgracias.



Pero si el relato principal pareciera insuficiente, también se narra en paralelo un caso de corrupción de un intendente que Marc se empecina en sacar a la luz sin otra justificación que la indignación profesional y que se diluye con el correr de los minutos al no encontrar una salida digna que, intuyo, iba a pasar por el chantaje pero la película tomaría un rumbo distinto.






Solamente las actuaciones de Chiara Mastroianni, Charlotee Gainsbourg y Benoit Poelvoorde, impiden que la película se hunda más de lo que logra hundirse; en especial con un final muy empalagoso tomado prestado de Titanic (James Cameron, 1998) que también resulta injustificado dentro de la lógica de la historia.








Una película con demasiados corazones. Un poco de frialdad no le hubiera venido nada mal.

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