Pink Floyd The Wall (Alan Parker, 1982)

 















Mítica versión cinematográfica basada en el homónimo álbum doble de Pink Floyd. 







¿Es una buena o mala película?









La pregunta parece difícil de responder porque la realización de Alan Parker es única y no se parece a nada. A grandes rasgos, se relata la historia de Pink (Bob Geldorf) un músico en gira por EEUU que sufre una crisis existencial al descubrir que su esposa (Eleanor David) lo engaña. Esa crisis revolverá recuerdos de su infancia (la muerte de su padre en la Segunda Guerra Mundial, la relación con una madre sobreprotectora, sus propios miedos), provocará un abuso de las drogas hasta llegar a una alteración de su realidad que lo tornará en un dictador de sus seguidores. Pero toda crisis tiene una resolución que Pink imagina como un juicio donde él es el acusado.



Como film musical estilo Tommy (Ken Russell, 1975), Pink Floyd The Wall  carece de una historia a seguir (más por impericia que por plantearse así desde el inicio) y este gran defecto termina por beneficiar a la película porque ese quiebre (o ausencia) de códigos narrativos le sigue dando un interés aún vigente que el film de Russell perdió con el paso de los años. El guión de Roger Waters no es el de una película sino un intento de hilvanar las canciones de la ópera rock del grupo.


Pero a pesar de (y tal vez debido a) esos problemas narrativos, Pink Floyd The Wall es una obra maestra en la ilustración de canciones de un obra musical e inauguró un género que ella misma clausuró. La dirección de Alan Parker, los dibujos de Gerald Scarfe (todavía perturbadores, más en pantalla grande) y la dedicada interpretación de Bob Geldorf, suman potencia a las de por sí potentes canciones de la banda. El nivel visual es tan alto que los baches que hay entre las canciones (el recorrido por las trincheras, por ejemplo) parecen insoportables y es donde queda expuesto lo endeble del guión.



Hoy Pink Floyd The Wall sigue impactando en su primera mitad para luego ir a menos en la segunda parte hasta llegar al ambiguo y contundente final. Tal vez jamás se conteste el dilema de si es una buena o mala película porque la misma película deja de lado esa cuestión a pura fascinación visual.

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