Serenade (Anthony Mann, 1956)

 










James M. Cain es conocido por su novela The Postman always rings twice (1934) que fue llevada al cine infinidad de veces. Sin embargo, tiene una novela mejor que aquella -hoy olvidada a la sombra de su obra más conocida- llamada Serenade (1937).






Obviamente, Serenade es la adaptación un tanto libre de la novela de Cain. La película narra el ascenso de Damon Vincenti (Mario Lanza) como cantante de ópera enredado por la adinerada mujer fatal Kendal Hale (Joan Fontaine) quien lo apadrina en sus inicios. Entusiasmado tanto por su debut como protagonista de Otelo como por su relación con Kendal, Damon recibe un golpe cuando Kendal comience a coquetear con un escultor. Deprimido, Damon abandona la ópera el día de su debut y termina en un pueblito mexicano donde encontrará reparo sentimental en Juana Montes (Sara Montiel) quien le devuelve la confianza en sí mismo. De regreso a EEUU, Damon tendrá una nueva oportunidad como cantante mientras Kendall decidirá reconquistarlo. Pero para eso deberá enfrentar los celos de Juana.


La historia daba justo para que Mario Lanza (tenor que tuvo su cuarto de hora en Hollywood) se luciera junto a una actriz de una velada sensualidad como Sara Montiel. Sin embargo, la adaptación hace agua por todos lados, en especial porque la química que tendría que existir entre Lanza y Montiel no existe (Lanza jamás aparenta ser un tenor fracasado y la pasión que se supone debe sentir Montiel no pasa de un cariño que pide más hormonas); algo que sí ocurre entre la relación de Damon y Kendal, sobre todo gracias a Joan Fontaine y su aristocrática seducción. Sin embargo, los momentos más interesantes es cuando Charles Winthrop (Vincent Price) y Kendal se sacan chispas a un filoso juego de intereses donde no se sabe cuál es la recompensa, y tampoco importa mucho si se obtiene. Ambos dan justo en el papel de ricos aburridos jugando apuestas por puro aburrimiento.


La dirección de Anthony Mann no puede sacar demasiado de un guión que no se decide por el melodrama o el film negro. Quizá el problema sea que la presencia de Mario Lanza exigía más glamour que oscuridad, algo que la película jamás define y así da por tierra los resultados de esta realización olvidada con absoluta justicia.

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