The adventures of Priscilla, Queen of desert (Stephan Elliott, 1994)















Tick (Hugo Weaving), Adam (Guy Pearce) y Bernardette (Terence Stamp) son tres drag queens que emprenden un viaje en un micro propio a través del desierto australiano detrás de un contrato en un hotel donde trabaja la ex-esposa de Tick. Por supuesto, en ese viaje emergerán recuerdos, frustraciones y anhelos mientras el micro avanza hacia destino. Sin embargo, el micro quedará varado en el medio del desierto y serán rescatados por Bob (Bill Hunter) un mecánico casado con Cynthia (Julia Cortez), una impetuosa mujer, otrora prostituta, que sufre el aburrimiento de la vida en ese pueblo australiano y que escandaliza a los habitantes con exhibiciones casi pornográficas. Tras una pelea matrimonial, Bob terminará acompañando al trío en su viaje y se enamorará de Bernardette aunque no se anima a dar el paso. Los cuatro llegarán a destino donde se les abrirán nuevos caminos como opción para modificar sus días.


Stephan Elliott evita en lo posible el golpe bajo, salvo por la innecesaria secuencia de la golpiza a Adam que pretende funcionar como crítica al machismo pero deja en claro que el provocador del conflicto es Adam. Esto lleva a la escena a límites de crueldad únicamente para que Adam quede como víctima. Más allá de esta situación, Elliott logra conformar un ambiente familiar entre el cuarteto que se refuerza en los momentos finales con la aparición de la esposa y del hijo de Tick. Sin embargo, ese tono familiar no impide que algunos momentos sean ridículos (el escalamiento de la montaña, las performance sobre el techo del micro -que pueden ser visualmente atractivas, pero no agregan nada-, o el chiste de la mataronista que es inocuo y sin ritmo). 



Estos puntos flojos hacen que la película se desinfle de a poco hasta llegar a una zona pantanosa que apenas ayuda a salir los momentos finales donde los hilos comienzan a atarse de diferentes maneras. Pero para ese momento, el disfrute del final ya no existe.




Hugo Weaving y Guy Pearce trabajan todo el tiempo la sutileza (en especial Guy Pearce, cuyo personaje es servido en bandeja para caer en la caricatura, pero el actor salva el escollo con entusiamo), pero es Terence Stamp quien demuestra, una vez más, que es un excelente actor al desarrollar su Bernardette con una dignidad y presencia impecables. De hecho, la película descansa sobre sus hombros.


En síntesis, una película que ha envejecido un poco.


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