Wild at heart (David Lynch, 1990)
Tras el éxito de Blue Velvet (1986), David Lynch inició la revolución de la televisión con la felizmente inasible Twin Peaks. Mientras enredaba y desenredaba la trama sobre la muerte de Laura Palmer, David Lynch se dio tiempo para filmar Wild at Heart, una película de camino con melodrama incluido y una fisicidad palpable que sorprende.
Después de que su suegra Marietta (Diane Ladd) le jugara una mala pasada que lo llevará a prisión, Sailor (Nicolas Cage) huirá con su novia Lula (Laura Dern) hacia una libertad que pretende reencauzar sus vidas. Marietta, que se siente atraída tanto por la maldad del asesino a sueldo Santos (J. E. Freeman) como por la bobalicona bondad del detective Jonnhy (Harry Dean Stanton), les pide a ambos que traigan a su hija de vuelta y que se deshagan de Sailor. En esa persecución habrá contratos para matar tanto a Sailor como a Johnny mientras se presentará un ángel malvado llamado Bobby Peru (Willem Defoe) -que es una variación más contenida pero igual de perversa que el Frank Booth de Blue Velvet-, una prostituta, Perdita Durango (Isabella Rossellini), vieja conocida de Sailor de cuando eran parte de una banda delictiva y personajes secundarios propios del universo Lynch que convertirán en alucinante el de que ya de por sí retorcido recorrido.
Tal vez Wild at heart no sea la película más festejada de Lynch por estar justo en mitad del ciclo iniciado con Blue Velvet y que se cerrará con Twin Peaks Fire Walk with me (1992, que a su vez prepara el terreno para el segmento más estimulante de la filmografía del director); pero aún así, la película tiene momentos inolvidables como la golpiza del inicio, o el asalto al depósito del ferrocarril; encuadres extraños dentro de su estilo clásico (el cuadro siempre parece estar casi corrido de la acción, como si estuviéramos espiando al mismo tiempo que sabemos que no podemos ser vistos), sexualidad muy física (en especial el tenso momento entre Bobby Peru y Lula), un final que bordea la ironía sin descuidar el respeto por los personajes y una banda de sonido atemporal que va de Strauss a Chris Isaak, pasando por Angelo Badalamenti, por supuesto.
En síntesis, una película para nada despreciable.
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