El bosque animado (José Luis Cuerda, 1987)















Lo que se podía suponer como una catarata de realismo mágico termina siendo una película con cierta sensibilidad que detrás de su aspecto risueño describe con una acertada mirada lateral lo duro de la vida rural.






La historia comienza con Malvís (Alfredo Landa) prefiriendo ganarse la vida como ladrón para dejar de ser ayudante de Geraldo (Tito Valverde) un pocero quién perdió una pierna y aspira conquistar a Hermelinda (Alejandra Grepi), que trabaja bajo las órdenes de su tia Juanita Arruallo (Encarna Paso), quien la maltrata. La aspiración de Hermelinda  es irse del pueblo para regresar hecha una señora y refregárselo en la cara a su tía. También andan por ahí el alma en pena de Fiz de Cotovello (Miguel Rellán) que no se anima a partir, la familia acomodada de Sr. D'Abondo (Fernando Rey) que recibe a dos tías Gloria (Alicia Hermida) y Amelia (Amparo Baró) solteronas estresadas por la ciudad que se estresarán más con las noches del pueblo. 


Todos estos personajes construirán una película coral y cumplirán sus objetivos algunos y otros encontrarán un final no tan amable. José Luis Cuerda acierta en el tono entre nostálgico y agridulce para traducir en imágenes el guión melancólico del siempre eterno Rafael Azcona. Tal vez, por momentos, la fotografía tiende a regodearse en su presencia, pero no llega a romper la atmósfera onírica potenciada a su vez por las muy buenas actuaciones de Alfredo Landa, Tito Valverde y la siempre aristocrática de Fernando Rey.


Una película con cierto aire testamentario que se intuye como el final de un ciclo, que mira con añoranza de niño el tiempo pasado que no regresará y que es parte de un mundo que también jamás volverá.


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