La flor de mi secreto (Pedro Almodóvar, 1995)













Leo (Marisa Paredes) es una escritora que escondida detrás de Amanda Gris, su pseudónimo como exitosa productora de novelas rosas, evita escribir una nueva novela "seria". Su matrimonio con Paco (Imanol Arias) es un fracaso que se concretará con la separación y el único sostén humano que le quedará a Leo es Blanca (Manuela Vargas), su empleada doméstica cuyo hijo Antonio (Joaquín Cortés) la quiere recuperar como bailadora para un espectáculo que él quiere montar cuando tenga el dinero para concretarlo. Sin embargo, Leo tendrá una oportunidad de recuperarse sentimentalmente cuando Angel (Juan Echanove), el editor de un diario que la contrata como colaboradora, se postule como un enamorado comprensivo y casi esclavo de su persona.



Después del fiasco de Kika (1993), Almodóvar regresa al mundo de Tacones lejanos (1991) y la extrañeza del resultado es mayúscula. Sí en Tacones lejanos había cierto interés en conocer el desenlace de la relación Victoria Abril- Marisa Paredes, en La flor de mi secreto todo es de una insoportable cursilería que ya no importa si Leo logra recuperar a Paco o si reorganizará su vida con Ángel. De hecho, Leo termina siendo bastante insoportable cuando Almodóvar confunde complejidad con histeria. Y Ángel es salvado del ridículo por ese gran actor que es Juan Echanove. Para colmo, la insistencia en recurrir a Chus Lampreave como descanso cómico (en este caso como la madre de Leo que es cuidada por Rosa (Rossy De Palma), la hermana de Leo) da la sensación que Almodóvar tiene siempre un salvavidas a mano cuando el guión se estanca en situaciones soporíferas como el ida y vuelta en la relación entre Ángel y Leo cuando sus edades ya están bastante pasadas como para considerar esas situaciones con simpatía.


La flor de mi secreto hace añorar al Almodóvar menos calculador de sus años ochenta. Desde ¡Átame! (1989) está más preocupado por la elegancia en sus historias que por darles a sus personajes esa vitalidad que trascendía la pantalla y que parece haberse agotado en Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988). De esa épocas sólo queda Chus Lampreave; y Almódovar lo sabe.

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