Flores robadas en los jardines de Quilmes (Antonio Ottone, 1985)




La adaptación de la gran novela de Jorge Asís tiene serios problemas para traducir en imágenes las palabras del libro homónimo a pesar de participar en el guión el autor de la novela.







Rodolfo (Victor Laplace) se encuentra con Carmen (Soledad Silveyra) un viejo amor de su juventud quien le comunica que se va a vivir a Europa para huir de la realidad argentina. A partir de allí, la película es un ida y vuelta entre el pasado de ellos como pareja (más Angélica (Alicia Zanca) como una tercer integrante un tanto velada) en las décadas anteriores al golpe de estado de 1976 y un presente muy nocturno como metáfora de los años sangrientos del pais.





El problema que tiene la película es que no hace pie en ningún tema que plantea: pasan sin mucho desarrollo las tensiones políticas, la explosión hippie, por supuesto la dictadura, pero son casi un comentario. Lo mismo ocurre con la relación de los personajes, pero esta vez lo que genera distancia es el montaje alterno. Igualmente, los personajes tampoco logran una entidad: Rodolfo queda desdibujado, sin saberse muy bien si es un chanta, un perdedor o un buscavida; Angélica es la peor definida: pasa de ser una mujer equilibrada, algo libertina, para tener un final incomprensible a pesar del esfuerzo de Alicia Zanca para justificarlo. Incluso el personaje de Marinelli (Alberto Fernández de Rosa) resulta inexplicable únicamente por su impronta literaria.


Carmen, entonces, es el personaje mejor redondeado. Tal vez porque la génesis de la película pretendió construir el relato a partir de ella y el resultado final terminó compartiendo protagonismo; pero gran parte del mérito se lo lleva Soledad Silveyra: su personaje trasmite vitalidad, ofuscación, desilusión y esperanza en distintas viñetas que desembocan en la mujer madura que se reencuentra con Rodolfo para comunicarle su partida y en todas de manera convincente. La película no existiría sin ella.




Ya sea por el flojo guión de Asís o por la dirección de Ottone, el resultado de su opera prima Flores robadas en los jardines de Quilmes resulta tan fallida que incluso quedan desperdiciadas las escenas de sexo que lejos de mostrar la vitalidad de los personajes terminan siendo rígidas y desabridas.










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