Badur Hogar (Rodrigo Moscoso, 2019)
Un clásico a futuro que pasó inadvertido en el momento de su estreno.
Juan Badur (Javier Flores) es un hombre de treinta y pico que pasa sus días tirado en cualquiera de las camas del otrora reconocido Badur Hogar, un local de electrodomésticos que en los años 80 fue suceso y hoy está abandonado con su interior intacto. Para ganar algo de dinero, Juan recurre a la venta de algunos de los electrodoméstico que juntan polvo en los estantes del local y tiene una sociedad con su amigo Gaspar (Nicolás Obregón) como limpiadores de piletas. En una de esas limpiezas, Juan da con Martín (Daniel Elías) un antiguo amigo del colegio quién le cuenta una vida de gran éxito profesional además de estar casado con una antigua novia de Juan. Por supuesto, Juan mentirá sobre su presente, inventando un matrimonio y un presente laboral exitoso. Para suerte suya, coincidirá en un casamiento con Luciana (Barbara Lombardo) quien lo ayudará a sostener la mentira mientras, por supuesto, los sentimientos entre ellos harán lo suyo.
Tal vez sin proponérselo, Roberto Moscoso realiza el mismo análisis sobre la clase acomodada salteña que hiciera Lucrecia Martel en la insoslayable La Ciénaga (2000). Pero si en Martel la mirada era pura extrañeza y casi drama, aquí estamos ante los códigos de una comedia romántica.
La familia Badur parece un desprendimiento de aquella encabezada por Graciela Borges, incluso el padre de Badur tiene ciertos tics que recuerdan a Martín Adjemián. Los Badur parecen vivir en una burbuja social que contrasta llamativamente con la familia de Gaspar, que pertenece a una clase obrera. La relación entre Juan y Gaspar es una descripción de las diferencias sociales que están latentes y naturalizadas pero (como sucede con el reclamo de Gaspar a Juan por la inequitativa carga del trabajo) casi al punto del hartazgo.
Pero además Badur Hogar funciona como comedia romántica que abreva tanto del cine estadounidense como del cine clásico argentino (el espíritu de Paulina Singerman anida en Bárbara Lombardo). El guión está tan bien ensamblado que se resiente un poco con la confesión de Martín. Esa confesión (luego de un momento intenso entre Juan y Luciana filmado en una impecable toma larga) huele a no querer dejar ningún recuerdo incómodo en la historia y por lo tanto resulta forzado.
No obstante esto (perdonable dentro de las intenciones de Moscoso), Badur Hogar es uno de los mejores exponentes de la comedia clásica argentina.
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