Ice Castle (Donald Wyre, 1978)

 




Mítica película de los años '70 que puede entrar en ese subgénero romance con enfermedad incluída.








Alexis (Lynn-Holly Johnson) es una eximia patinadora sobre hielo en una indefinida relación con Nick (Robby Benson), joven un poco mayor que ella. Alexis logra trascender a nivel profesional gracias al interés que despierta en la representante Deborah Mackland (Jennifer Warren) lo que la separará de Nick, quien recorre el país probando suerte dentro del fútbol americano. En tanto es la niña mimada del patinaje sobre hielo, Alexis comienza una relación con Brian (David Huffman), un reconocido periodista deportivo. Nick, al verse desplazado, se pelea con Alexis y se aleja. Justo cuando la carrera de Alexis llega a su punto más alto, la muchacha tendrá un accidente cuya consecuencia será una ceguera permanente. Deprimida, abandonada tanto por David como por Deborah, alejada del patinaje profesional, Alexis sigue patinando supervisada por su padre Marcus (Tom Skerritt) y su mentora Beulah (Colleen Dewhurst) aunque sin encontrar una motivación para sus días. El regreso de Nicky (que fracasó en su intención de ser jugador de fútbol profesional) y la constancia que le impone a Alexis para vuelva a patinar, hará que la chica vuelva al ruedo profesional pero manteniendo en secreto su ceguera.


La película parece hecha sobre la marcha. Hay situaciones incomprensibles como la relación entre Alexis con Nick; y esto no es por una vacilación del guión, sino por un error al dejar en claro que Alexis es menor de edad (quince o dieciseis años) y Nick ya está en la universidad. De hecho, la relación entre ellos parecen la de hermanos o amigos más que novios. Esto podría pasar inadvertido sino fuera porque más adelante Alexis estará en pareja con Brian (de golpe, sin explicaciones ni prólogo), que en función de la trama sirve para crearle un antagonista a Nick pero que en la relación entre personajes estamos presenciando la relación íntima (también lo deja bien en claro la película) entre un adulto y una menor. Para esta situación la película opta por hacerse la desentendida y pasarla por alto para dejar paso al accidente.


A pesar de esto, la opera prima de Donald Wyre logró cierto éxito como para convertirse en una especie de clásico, tal vez gracias a Lynn-Holly Johnson que tiene el entusiasmo necesario para cargarse la historia al hombro. Su Alexis genera simpatía y, en especial, sinceridad. Quizás este único pilar sirva para entender la fascinación por esta película.




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