El túnel de los huesos (Nacho Garassino, 2011)



El túnel de los huesos es una película que todo el tiempo sabe hacia dónde apunta y no se distrae ni siquiera cuando hace comentarios políticos sobre la dictadura argentina. Lo cual la hace una película de género con buenas armas que aprovecha la historia para sugerir la atrocidad de los días de plomo.






Vulcano (Raúl Taibo) es el cerebro detrás de la fuga que arrastra a su compinche Toro (Daniel Valenzuela)  y cuatro cómplices más: Correntino (Luciano Cazaux), Triple (Germán De Silva), Novio (Martín Scarfi) y Marciano (Paco Redondo). Pese a sus diferencias y temperamentos volátiles los seis van a colaborar (como toda fuga que se precie) en la construcción de un túnel por debajo de la cárcel. En el trayecto del túnel se encontrarán con una cantidad de huesos humanos acumulados uno encima del otro mientras un preso de años les comenta que durante la dictadura traían a la cárcel secuestrados para torturarlos. 


Sin embargo, Nacho Garassino decide no cargar las tintas en esta cuestión. Y es lógico que lo haga porque estaría traicionando tanto la historia que está contando como generando falsas expectativas con respecto a los huesos (después se verá por qué) y convertiría a la película en un producto manipulador con malas armas. La habilidad consiste en dejar que la anécdota de los huesos y la de los torturados de la dictadura queden flotando durante toda la construcción del túnel como una estela que envuelve la fuga. 


La película llega a buen puerto a pesar de la forzada presencia del personaje del periodista (Jorge Sesán) excesivamente ornamentado con whisky, lluvia y una máquina de escribir que no lesiona el resultado final, en especial por las muy buenas actuaciones de Daniel Velenzuela, Germán De Silva y Raúl Taibo, que logra darle credibilidad a su personaje de estafador.

 En definitiva, una opera prima noble.

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