Zucchero, miele e peperoncino (Sergio Martino, 1980)
Durante los años sesenta y setenta, las películas en episodios en el cine italiano, casi un género en si mismo, tuvieron cierto auge y agrupaba en un metraje razonable (salvo Boccacio '70 (Vittorio De Sica, Federico Fellini, Mario Monicelli, Luchino Visconti, 1962) que duraba más de tres horas) a un puñado de directores que ya entraban en un terreno fantasmagórico en su filmografía. En los 80, la decadencia de este sub-género ya es total y solamente sirve de vehículo para mostrar mujeres con poca ropa, humor fácil y con la visible intención de copiar el formato televisivo. Zucchero, miele e pepperoncino cumple todas las reglas anteriormente mencionadas: humor fácil, recursos televisivos. y mujeres con poca ropa (tal vez con menor intensidad),
Las historias están unidas por un juzgado donde los jueces van llamando a los damnificados de cada caso. La primera de ellas es la historia de Pugliese (Lino Banfi) un hombre que tras irse su mujer de vacaciones, decide ir a ver una película erótica y se da cuenta de que dejó todas las pertenencias dentro del auto junto con las llaves. Tras varios contratiempos terminará preso al ser confundido con un delincuente mientras es perseguido por Amalia (Edwige Fenech) una periodista que pretende una primicia.
La segunda historia (tal vez la mejor armada) cuenta el derrotero de Giusseppe Mazarella (Pippo Franco) un profesor de lengua desocupado y casi muerto de hambre que decide hacerse pasar por mujer para conseguir trabajo como empleada doméstica en la casa de la Sra Mara (Dagma Lassander) quien está casada con Diulio (Glauco Onorato), un bravucón que la engaña. Cuando Mara descubra que su empleada es en realidad Giusseppe brotará la pasión sexual entre ellos hasta que Diulio confirme sus sospechas y termina con la carrera domestica de Giusseppe.
La ultima historia es la Pinio (Renatto Pozzetto) un taxista que harto de ser empleado logra comprar un auto a plazo que para terminar de pagarlo tiene que utilizarlo como taxi. En uno de sus viajes será secuestrado por un grupo de mafiosos que a su vez secuestraron a Rosalia (Patrizia Garganese) una chica que dejó plantado al hermano de ellos como prometido. Pinio logrará la libertad de la chica y como compensación se casará con ella.
La virtud de la película es su ligereza y las interpretaciones sólidas (en especial la de Renatto Pozzetto), y algún que otra gracia aislada; pero el resultado es una película que tampoco se pueda decir que haga pasar un rato hilarante; sino casi lo contrario. Sería el comienzo del film para películas de este (sub) género.
Comentarios
Publicar un comentario