Embrace of the Vampire (Anne Goursard, 1995)




Charlotte (Alyssa Milano) es una chica que ingresa la facultad y que mantiene su virginidad como emblema de resistencia. Sin embargo, la chica tiene sueños eróticos que son generados por un vampiro (Martin Kemp) que se asila en un campanario de ubicación un tanto imprecisa quien ve en Charlotte la amada Princesa (Rebecca Ferratti) que perdió siglos atrás cuando tres vampiresas lo convirtieron en el vampiro que es actualmente. Para poder recuperar a la Princesa, el Vampiro tendrá que obligar a Charlotte a perder la virginidad con él no sólo en cuerpo sino en pensamiento. Esto se hace casi imposible tanto por su condición de vampiro como por el novio de Charlotte, Chris (Harrison Pruett), quien la presiona para tener sexo. El vampito, entonces, erotizará a Charlotte con tentaciones varias: ya sean mujeres como la desprejuicidada Sarah (Charlotte Lewis), hombres, e incluso alterar su personalidad. El deseo se apodera de Charlotte y la necesidad de sexo la conducirá directamente hacia el vampiro.


Gracias al revivir del género vampírico con el Bram Stoker's Drácula (1992) de Francis Ford Coppola, Embrace of the Vampire está pensada para que Alyssa Milano sea ungida como símbolo sexual de un público joven (por aquella época también se intentó lo mismo con Drew Barrymore); sin embago, la película tiene varias particularidades que la desmarcan de ese objetivo y causan curiosidad porque en algún punto el tono de la historia se va de las manos para convertirse en una película de romance gótico, con un erotismo muy decidido, casi adulto, y una atmósfera onírica que funciona. 



Hay que reconocer que la efectividad de la película se debe em gran parte a la sensualidad de Alyssa Milano y a un Martin Kemp arrebatadamente gótico. Pero, además, la llamativa ruptura de los códigos que se planteó ésta ópera prima hace que -sin ser una gran película- sea meritoria de un descubrimiento.








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