Alice in Wonderland (Clyde Geronimi, Wilfred Jackson, Hamilton Luske, 1951)





En un día de campo, Alicia cae por un agujero en la tierra y aparece en un lugar donde se agranda si come una galletita, se encoge si bebe un líquido, conoce a un conejo apurado, a un lunático sombrerero que toma té y a un gato un tanto fantasmagórico habitantes todos del territorio dominado por la inestable Reina de Corazones. Por uno de esos arrebatos de la Reina, Alicia terminará enjuiciada lo que pondrá en duda su regreso al mundo donde pertenece.


Disney va por la obra de Lewis Carroll y, como siempre en Disney, el aburrimiento se desparrama por una película donde la locura y el descontrol debería ocupar ese lugar. Pero como a Disney le incomoda el descontrol y la locura (en las películas de Disney los sentimientos deben ser siempre controlados) termina por encorsetar una historia que avanza con el freno de mano puesto mientras los personajes van en un registro lunático como si pertenecieran a otra película. 




El resultado es tan poco estimulante que todavía me asombra que Disney haya construído un imperio a partir de obras tan desabridas.


Avance cinematográfico




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