Letters from Iwo Jima (Clint Eastwood, 2006)




Cara B de Flags of our father (Clint Eastwood, 2006). En este caso, la batalla por Iwo Jima es contada desde el lado japonés. Hay dos protagonistas excluyentes: el joven panadero Saigo (Kazunari Ninomiya) y el General Kuribayashi (Ken Watanabe). A los dos personajes les resulta frustrante el lugar que les tocó en la contienda con el agregado que el general supone de antemano que la batalla no va a tener una resolución victoriosa para los japoneses.


En Letters from Iwo Jima, Clint Eastwood (1930) -a diferencia de Flags of our father (donde la mentira y el malentendido de una batalla construyeron una leyenda que terminó por destruir vidas)-,  se propone relatar el sinsentido de la guerra desde una honorabilidad nipona que se mantiene incolumne a pesar del infortunio. Para esto, deja de lado la recargada espectacularidad bélica del film anterior -que reproducía la estética que impuso como universal Saving Private Ryan (Steven Spielberg, 1998)- por una mirada contemplativa, cómplice y cercana con los personajes. Mientras que en el segmento anterior, importaba más quiénes manipulaban a los tres soldados regresados del frente que los soldados mismos, en Letters from Iwo Jima se plantea un retrato más intimista con los soldados japoneses para acompañarlos en un descenso casi literal a los infiernos de la guerra.








El acierto de la película es mantener una atmósfera libre de la cultura estadounidense: los diálogos son en japonés y hasta el montaje y los movimientos de cámaras se alejan del ritmo habitual de un largometraje norteamericano. Es como si Eastwood tomara prestado los planos fijos cargados de dramatismo de Yasujiro Ozu para crear la atmósfera claustrofóbica de las trincheras japonesas que tiene bastante de tumba que los propios soldados cavan en el inicio en las primera imágenes.












Sin dudas, Letters from Iwo Jima es una rareza dentro de las realizaciones de Eastwood por su tono, estética y ritmo pero, por sobre todas las cosas, es una gran película.


Como curiosidad: el final de la película es calcado de Boquitas pintadas (Leopoldo Torre Nilsson, 1974).

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