11:14 (Greg Marcks, 2014)

 


Jack (Henry Thomas) viene hablando por teléfono mientras conduce cuando le cae de un puente un cadáver. Asustado, intentará esconderlo en el baúl de un auto mientras esquiva la intromisión de Norma (Barbara Hershey) y de un policía (Clark Gregg) que finalmente descubre el cadáver. Cuando lo va a meter en el patrullero -donde hay dos detenidos -Buzzy (Hilary Swank) y Duffy (Shawn Hatosy)- Jack logra escapar y será perseguido por el policía que deja el patrullero abierto y los dos detenidos aprovecharán el descuido para huir también. En la huida, Jack se encuentra de nuevo a Norma quién espera a su esposo Frank (Patrick Swayze) para comunicarle que su hija Cheri (Rachael Leigh Cook) ha muerto atropellada. Norma cree que Jack es el asesino y lo atacará con una linterna. Jack vuelve a huir hacia un cementerio donde al tropezarse con una bola de boliche y será apresado por la policía. A partir de ahí se explicará de quién era el cadáver, quiénes eran los detenidos y qué hacía la bola de boliche en el cementerio.

Desde la irrupción de Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994), las imitaciones no se hicieron esperar y comenzaron a pulular distintas películas (por lo general relacionadas con el policial) donde un hecho en particular es el centro donde confluirán varias historias. En 11:14, Greg Marcks (1976) hace lo mismo pero con personajes chatos, con situaciones antojadizas y forzadas (Jack se relaciona con uno de los personajes por puro capricho del guión) y sin mucha lógica interna.









Pero lo realmente llamativo es el machismo retrógrado y conservador que ostenta la película al maltratar al personaje femenino principal (Cheri) como si lo castigara por ser la más libre del resto. Cheri está construida como una joven liberal, dueña de su sexualidad y en problemas. Pero lejos de tener empatía con ella, el guión entiende mal el concepto de femme fatale y la condena a ser responsable de todo los malos momentos que sufren todos los personajes de la película. 


El final de Cheri, que podría haberse tomado como un incómodo remate de humor negro, termina por revelarse como un castigo divino por querer escapar del pueblo donde vive, por gozar de su cuerpo (ni siquiera se subraya la infidelidad) y por desobedecer a su padre. Ese final (momento dramático que la película ni se preocupa de darle su importancia) es un final cruel para el tono jocoso a lo Guy Ritchie que el guión ostenta y  reduce a la película en un producto agrio y conservador cuando pudo ser un producto divertido a secas.

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