Aquí, el que no corre... vuela (Ramón Fernández, 1992)




Lola (María Barranco) y su pareja son dos estafadores cuyo padre Teo (Alfredo Landa) es un reconocido estafador también. Sus dos hijas, Reme (Maribel Guardia) y Mila (Arancha del Sol) también son estafadoras y una de ellas trabaja junto a la novia de su hermano Tato (Jesús Vázquez), estafador también, que es secretaria de Miguel Lagos (Arturo Fernández), un millonario heredero de una empresa a punto de concretar un traumático divorcio que tiene como disputa un Van Gogh auténtico. Cuando los estafadores se enteran de la existencia del cuadro planearán hacerse de él.


El guión del propio Ramón Fernández (1930-2006) es más atractivo que su dirección y en mejores manos los resultados hubieran sido diferentes. Fernández no se toma en serio su propio material y cree que hacer esto ayuda a la comedia cuando ocurre todo lo contrario: el remate de la película podría haber sido más efectivo si toda la película no se hubiera tomado a la ligera la trama de la estafa. Sin embargo, lo único que llama la atención son los dos desnudos injustificados de los personajes femeninos y nada más. 










Y es una lástima porque Alfredo Landa está muy bien y entiende la película como una comedia de enredos donde las estafas ocupan el lugar de los sentimientos y María Barranco también colabora con la comedia (sacándose de encima los tics almodovarianos) que incluso contagia cierta sensualidad en Rossy De Palma. Sin embargo, estos logros no son valorados por una película olvidable que refuerza la máxima cinéfila que dice que un buen guión no hace necesariamente una buena película. Este es un ejemplo.

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