Head in the clouds (John Duigan, 2004)






Guy (Stuart Townsend), un estudiante de una institución inglesa, recibe en su habitación a Gilda (Charlize Theron) quien, en una noche de lluvia, huye de su prometido. Este fortuito encuentro hará crecer una relación libre (en especial para Gilda) que no dura demasiado. Tiempo después, Guy se reencuentra con Gilda en una Francia muy comprometida con la Guerra Civil española. Reinicia la relación y Gilda, ya convertida en artista plástica, acoge en su estudio a la española Mia (Penélope Cruz). Entre los tres construirán una relación muy sólida hasta que Guy y Mia parten a España para luchar contra Franco y Gilda inicia una relación  con un general nazi. 



Es evidente la intención de John Duigan (1949) de replicar algo del mundo de Il Conformista (Bernardo Bertolucci, 1970) y The unbereable lightness of being (Philip Kaufman, 1988). Sin embargo, si pretensión era trazar una línea que uniera pasión, sexo, dolor y muerte, el trazo salió bastante pálido; en especial por la pasión y el sexo (prácticamente el trío jamás se demuestra sexual a pesar de bañeras compartidas o arrumacos contra paredes). Penélope Cruz es tal vez la que pone más el cuerpo a esto, pero Duigan recorta cualquier tipo de desborde hormonal como si tuviera miedo de que la película festeje la sexualidad.







Esta anemia pasional es la que juega en contra en los sucesivos momentos intensos de la película, donde el futuro de los personajes se pone más oscuro. En este tramo, Theron muestra una vena dramática que salva la mayoría de las rutinarias escenas donde Duigan ilustra el drama con el mismo desabrido entusiasmo de los momentos de sexo. Esta poca pasión hace anhelar el sexo vital de la película de Bertolucci y de la Kaufman y que deja una sensación de atadura creativa.

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